El pequeño hombrecillo saca su tarjeta del bolsillo de la americana y se la entrega a la viuda Roselló.
- Como puede ver, soy un experto tasando joyas. No hace mucho tuve que valorar las joyas de una familia noble de Mallorca.
La viuda Roselló le entrega una pequeña caja lacada al hombrecillo. Dentro hay diferentes joyas: pendientes, collares, una pulsera… y una nota: “T’estimo, colometa”. Toman asiento y el hombre empieza a observar los objetos.
- No tengo ni idea, se supone que es usted quien me lo tiene que decir.
- Es que ... aquí dentro no hay nada de valor. No tiene más que bisutería. Ninguna piedra preciosa, ni oro macizo, ni nada que …
- Me lo imaginaba. Fue él quien me lo regaló.
- Él?
- El que se hacía pasar por el hombre de mi vida. Me daba "baratijas", como los conquistadores españoles a los indios de América. ¿Y Sabe usted una cosa? Yo era tan idiota que me gustaban. Así pues, ¿no valen nada?
- No gran cosa.
- Era un cabrón, ¿verdad?
- No lo sé, señora. Yo no estoy capacitado para tasar hombres.
- Debí suponer que no valían nada.
- Lo que sí sé es que cuando un hombre ama a una mujer …
- ¿Si?
- Cuando un hombre ama a una mujer no le regala joyas como éstas.
- Ah! ¿Lo ve usted? Estaba segura de que tenía razón.
Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosTarjetas de diciembre 2017.
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada
Gràcies pel teu comentari. M'ajuda a aprendre.